Fiesta de lectura @CCE con CuatroGatos

Rosie Inguanzo

Rosie Inguanzo, Lizette Espinosa, Germán Guerra, Rodolfo Martínez Sotomayor

Rosie Inguanzo
Centro Cultursl Español

 La ciudad como cuna de la modernidad es lei motif del arte: el flâneur camina la ciudad de Baudelaire en Les Fleurs du mal, la ciudad perdida y topográfica de Cabrera Infante (que es la ciudad de mis mayores), la ciudad que heredamos ruinosa y escindida, la ciudad de la biblioteca —acaso nuestras lecturas son un vagar urbano y los libros apilados son los edificios de nuestras caminatas por calles solitarias. Y está Miami, niña de las ciudades (solo tiene ciento veintidós años), ciudad de los relámpagos, ciudad denostada, Mayaimi (que significa aguas dulces o agua grande; así la nombraron los tequestas que la amaron mejor que nosotros), y están sus malvivientes, sus ¿seis mil poetisas? acuñadas por Reinaldo Arenas (la mordacidad del dictamen incluye el masculino); luego nos toca refutar el estereotipo, transcribir la aquelarre urbana, la búsqueda del sustento, la multitud plural de la metrópolis, los percances hostiles de la política local, las frondas de los amaneceres y la belleza de los mangares del sur, los gorriones guareciéndose de la lluvia, la infinita piedad de los atardeceres. Y es que la noción de ciudad va unida a sensaciones que fijaron esa memoria: aquel parque y su glorieta blanca de la calle 26 y la quinta avenida en Miramar, un beso apresurado a la salida de la Aliance francais en la avenida G, la feria de artesanía en la Plaza de la Catedral los sábados, las películas francesas en el Rex Cinema, el concreto gris, el olor a café recién colado y a salidero de gas, a gardenia en flor, el viento de mar entrando por la ventanilla del autobús Leyland ... El tiempo no existía aún ni habíamos intuido el odio. La ciudad inmisericorde del presente me devuelve la sensación insuperable del pasado. La memoria no necesita de orden o belleza; sorprende seca y repentina. Pálpito de aves, la memoria. Miami surge de una escisión —muchos hemos venido de algún otro lado— destinada a suplirnos la carencia. Marguerite Yourcenar, en Una vuelta por mi cárcel, halla un fondo común a toda aventura humana; dice: “Kavafis, que aconsejaba tan magníficamente a Ulises gozar de todas las escalas antes de volver a Ítaca, recuerda asimismo a su viajero que, de hecho, jamás saldrá de su lugar de origen y que, allá donde vaya, le seguirá su propia ciudad. El hombre de Baudelaire, allá por donde vaya, no hace más que: Mecer su infinito sobre el infinito de los mares.” Luego Miami se superpone a La Habana, a Caracas, a Madrid; es un locus en tensión, donde nuestras ciudades coexisten. Imaginemos un eje longitudinal norte/sur donde confluyen los cuatro puntos cardinales, para una poesía visual. Con esta especie de brújula virtual sugerimos los 360° de las Miamis posibles: al norte, la cinta fílmica de la memoria, el escape al reverie (que para mí es La Habana) ¿y para usted?; al sur la sinlugaridad del exilio. Luego hay tantas Miamis como Habanas posibles, conformando los 360º de la memoria colectiva. La playa albina de Lorenzo García Vega, es solo una de ellas. ¡Ay Miami, Patria mía! –esclama Alfredo Triff. Las ciudades las hacen los seres que las habitan, y tal vez con mayor ahínco y vocación pedestre, los desplazados y los sometidos, los que huyen de gobiernos imposibles, los que las parodian, los que las imaginan. Ojalá los espacios convocados aquí sirvan de incentivo para atrapar la ciudad plausible. En tanto que París sea la creación de Guy de Maupassant, cabe imaginarnos todas Las Miamis futuras posibles.