"Lorca en un vestido verde", escrita y dirigida por Nilo Curz (2016)

Omar Germenos, Rosie Inguanzo (as Salvador Dalí), Yani Martín
Dejo para el final a Rosie Inguanzo. Estuvo sencillamente genial. Al principio, me desconcertó un poco su Guardia sumiso, caricaturesco y casi esperpéntico, pero después me pareció entender lo que se pretendía. Ahora, su Dalí: fuera de serie. Una gran actriz en un gran papel. José Abreu Felippe, ElNuevo

Arturo Arias-Polo en elNuevo Herald


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Lorca en un vestido verde’, escrita y dirigida por Nilo Cruz, es un ensayo sobre la muerte del poeta de ‘verde que te quiero verde

José Abreu Felippe en el Nuevo Herald


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Mayra Marrero en tumiamiblog

Lorca in a green dress revisited
 
Mia Leoin para ArtBurst.com

I saw Lorca en un vestido verde, the Spanish-language version of Nilo Cruz’s play Lorca in a Green Dress eight years ago on a cramped stage in Little Havana’s Teatro Ocho, where Rolando Moreno took on the task of directing four actors who play eight roles. Even with the limitations of the production, Cruz’s inventive and lyrical script made Lorca one of my favorites from the Pulitzer Prize-winning playwright’s impressive repertoire.
Cruz is known for his poetic sensibility, but his talent doesn’t stop there. An instinct for the relationships between characters and his imaginative directorial vision charge the play’s poetic imagery with dramatic weight. Co-produced by Arca Images and the Miami-Dade County Auditorium, Lorca runs through Nov. 19 at MCDA’s Blackbox On.Stage. Theatergoers can listen to a simultaneous English translation of the play via headset.
The play opens with Spanish poet Federico García Lorca (Ariel Texidó) being led to the “Lorca room,” a purgatorial space where Lorca, who in real life was murdered by nationalist militia at the beginning of the Spanish Civil War, relives the last few minutes of his sudden death, each time coming closer to acceptance. In this space he is accompanied by “higher agents of his being:” Lorca in Bicycle Shorts (Irene Benítez), Lorca as a Woman (Yani Martín), Lorca in a White Suit (Xavier Coronel), and Lorca en a Green Dress (Omar Germenos). The footwork and clapping of the mesmerizing flamenco dancer Aaron Cobos adds a percussive rhythm to the play.

Fascism, prejudice and the oblivion of death are some of themes that confront theatergoers and Cruz’s characteristic lyricism doesn’t cushion the blow. However, his directorial vision does bring moments of levity, beauty and ultimately humanity to the tragic circumstances of the play and their larger implications.

Texidó presents a compelling Lorca who is sensual, childlike, mystical and vulnerable. As Lorca reckons with his own death and relives some of his most poignant memories, Texidó evolves, but he never overplays the part. He shows a great deal of reserve so that Lorca’s dreams, memories, and even his poetry, never eclipse his humanity.

Rosie Inguanzo is brilliant as the Guard. She sheepishly echoes the commands of the General (powerfully portrayed by Carlos Acosta-Milián), often creating a much welcome comic counterpoint to the General’s severity. In a flashback on Lorca’s and Salvador Dalí’s friendship, Inguanzo also delivers a humorous depiction of Dalí’s flighty genius.

Martín is excellent in the role of Lorca as a Woman. She also shape shifts smoothly to a mother figure and Salvador Dalí’s sister, Ana Maria. Cruz makes use of visual elements such as a row of battered suitcases that later encircle Lorca in his memories. A long red cloth symbolizes the red lipstick of Lorca’s sexuality and the river of blood of his death.
Fernando Teijeiro’s set design bring Cruz’s vision to life. Beautiful luminous green pages float about the stage. Black buildings symbolize a city scape. Lorca’s writing is scrawled across these sets, foreshadowing the legacy of Lorca’s creative production.

Despite the beautiful lines of poetry, despite the poet himself railing against his own fate, and the agents of his higher being projecting the most profound dimensions of his soul, Lorca en un vestido verde is the kind of play that stills everything around it. When you step from the theater to the outside world, the silence stuns so profoundly, you can almost hear the pulse of the trees.

‘Lorca en un vestido verde,’ presented by Arca Images, runs through November 19, Thursday through Saturday at 8:00 p.m. and Sunday at 3:00 p.m., Blackbox On.Stage MDCA, 2901 W. Flagler St., Miami; $30 general admission, $25 seniors, students and groups (10+); in Spanish with simultaneous translation in English; for more information go to ticketmaster.com or miamidadecountyauditorium.org.
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Eduard Reboll para Revista Nagari

Posiblemente, El cuento de René es en sí mismo una metonimia para hablar de dos conceptos en un todo: el “cuento” que tenía él; es decir, el propio relato cómico del escritor y artista René Ariza frente a su vida y al mundo de la Isla. Y “los cuentos” que escribió para hablar del “cuento” de los otros: los de su propio pueblo y los que lo rigen desde la pirámide que creó “el susodicho” según la creación del término que acotó el músico y profesor de filosofía Alfredo Triff”.

Nacido en la Habana, este dramaturgo, poeta y dibujante, estuvo en prisión durante ocho años y condenado por “diversionismo ideológico” y por obras “carentes de valor artístico” tal como reza en el prospecto que Arca Images ha editado didácticamente.

Esta idea de Larry Villanueva de poner bajo las capa de distintos actores los cuentos que aparecen en escena del autor (Relato sospechoso, Relato para moscas, Esposas, El fantasma del puerco, Ser escritor, Carne, Los bravos) intentando hilarlos a través de transiciones imaginativas y sugerentes, es una de las medallas que tiene por sí mismo esta obra: la concepción de su puesta en escena.

Una escenografía bien original -sublime la función polifacética de un refrigerador vacío en distintas historias- y llena de símbolos políticos y de control -un ojo endiosado bajo un triángulo- complementan una personificación bien definida en todos los caracteres que aluden desde la tragicomedia a un mundo lúgubre y esperpéntico regido por el ojo del “Big Brother” -que decía George Orwell en su novela 1984- aunque genealógicamente pudiera muy bien interpretarse con el del Gran Arquitecto de la Masonería.

Puede haber un punto maniqueo y comprado al decir que disfruté a todo el elenco desde su oficio del primero al último. Posiblemente sería algo ‘sospechoso” de mi parte  decir que “sospecho” que Larry Villanueva actúo como es debido en el papel de “sospechoso-que-sospecha-de-todo-el-mundo” bajo su camisa roja en Relato sospechoso. Pero bien, no quiero extenderme y díganlo ustedes cuando repongan la obra que “sospecho” será pronto…¿No es así Alexa?

Foto de ensayo: Rosie Inguanzo

Diría lo mismo de esta Mujer-casera. Mujer-sabrosa. Mujer-esposada que a veces tiene problemas en “identificarse”. Y en otras circunstancias “identifica” a otros. O hasta señala cómo fornican un par de moscas cerca de la cocina. Este brutal cómico sutil y delicado que hace de su personaje y de su interpretación un tributo a la feminidad de barrio… se llama Andy Barbosa en Relato para moscas y Esposas.
Lo mismo de un carnicero malabar (Carlos Acosta–Milián) que con sus pretensiones sádicas y próximas a la gesticulación circense borda un personaje lleno de terror de feria en Carne. Para denunciar posiblemente el terror real que hubo o que incluso resta hoy en la Cuba del “hermano”.

De Ariel Teixidó destacar coherentemente el alter ego de René Ariza si asociáramos como autobiográficos los relatos de El fantasma del puerco o Ser escritor. La carnalidad y desnudez de su cabeza e investido bajo un traje carcelario: adopta una presencia escénica como nunca la había visto en este actor cercano a la honorabilidad como loco “delincuente”.

Rosie Inguanzo se emborracha en el relato de Los Bravos y nos contagia la ebriedad a puntos de éxtasis con el público. Con su personaje de estirpe policial barriobajera y su tambaleo contenido “dispara” y delata todo lo que ocurre de la forma más divertida e histriónica en el bar donde suceden lo hechos: “A vé coñoooooo quien é homosexuá aquí”. Confesión pública: agradezco que esta mujer vuelva a escena después de su magnífico reingreso con Lorca con un vestido verde bajo la dirección sin fisuras en esta pieza de Nilo Cruz.

Quizás hoy más que nunca hay que felicitar a la persona gracias a la cual este proyecto toma luz. A la creadora y productora de Arca Images Alexa Kuve así como a la dirección de On Stage Black Box MDC Auditorium por su línea de calidad demostrada a los largo de los últimos años. ER

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Lorca con un Vestido Verde, un comentario más   

Jesús Rosado para ellugareno.com 

Los cubanos somos devotos de la obra de Lorca. En general el público iberoamericano lo es. Nos ata a la cosecha y manera de morir del poeta su sentido dramático, la pasión velada por los tormentos y el alma desgarrada. 

Cuando la trágica muerte de Pedro Infante, decenas de mujeres en plena flor de su vida se suicidaron en Cuba. Ese ha sido uno de los tantos episodios de síndrome lorquiano del que ha sido víctima la sociedad cubana. Jóvenes cuyos corazones de pronto, ante la pérdida del amado ícono del cine mexicano, se llenaron de “alas rotas y flores de trapo”.
Lorca está entronizado misteriosamente en nuestra idiosincrasia. O por premonición medular del poeta o porque supo interpretar como nadie el corazón de la hispanidad.
Por ello es que el hecho curioso de que un dramaturgo como Nilo Cruz, nacido, es verdad, en Cuba, pero crecido y formado en Estados Unidos, haya logrado interiorizar el espíritu de Federico solo se explica si obviamos los gentilicios y aceptamos la sensible capacidad del teatrista para remontarse a sus orígenes.
No de otra manera podemos entender cómo Nilo ha podido plasmar en su Lorca con un Vestido Verde, las esencias de la individualidad laberíntica del poeta granadino. Y que lo haya hecho a partir de la recreación y reflexiones sobre su muerte habla de la mezcla ingeniosa de ciencia y mística en la estética del dramaturgo.
No voy a reseñar en detalles el argumento de la pieza porque ya los críticos en otros medios lo han hecho. Nilo recurre tangencialmente a Goethe para mostrar en escena a través de un Lorca ya fusilado y ahora atrapado en un limbo purgatorio, las múltiples facetas de su personalidad.
La muerte-espejo, que no está ajena a las obsesiones lorquianas, es el hábil recurso para esbozar en hora y media de licencia dramática el trayecto de vida de este mito de la literatura hispana que se impondrá históricamente a la demolición física.
El Lorca niño, escritor, dramaturgo, polisexual, el de pensamiento liberal y rotundamente español van dibujando la biografía desacralizada del genio andaluz a través del trabajo de los actores que asumen cada porción de intimidad.
Todos lo logran haciendo gala de energía, talento e intrepidez. Ariel Texidó, con su Federico ensangrentado que se rebela ante la muerte consumada; Irene Benítez, enfundada en una cándida niñez donde las edades y los sueños se funden; la encantadora Yani Martín asumiendo la íntima femineidad de Lorca; Xavier Coronel mostrando al creador en toda su plenitud; Aaron Cobos, cuyo bailaor alude a la sensibilidad inspirada por la visceral españolidad; y el Lorca con un vestido verde de Omar Germenos, el alter ego que transita discretamente entre vida, sensualidad y muerte.
Nilo construye elaboradas contrapartes para redondear el cuerpo de la obra con la ayuda eficaz de dos actores: Carlos Acosta Milián, quien encarna con profesionalismo contundente el rol de inquisidor que evalúa el paso del Lorca difunto a otro plano existencial, y Rosie Inguanzo, repartida soberbiamente en tres papeles – de ellos el más descollante, el excéntrico Dalí - con los que logra imprimir ráfagas de vibra y sarcasmo a la puesta, contrarrestando el peso trágico de su contenido.
Tras el trabajo actoral, no es difícil imaginarse a Nilo Cruz en los arduos ensayos, sentado en el lunetario vacío, calibrando el lenguaje preciso de los gestos, conteniendo el desborde histriónico, concediendo el aporte, corrigiendo la lectura de los desplazamientos, marcando la dinámica que alcanza a mantener después en vilo al espectador.
Es un Nilo que hay que imaginárselo con los ojos marchitos de tanto Lorca leído bajo la lámpara. Absorto en las motivaciones de la luna y de la sangre. Reflexionando cada palabra, cada texto como lo habría hecho el poeta vestido de verde enfrentando a sus verdugos.
La escenografía de la puesta es sobria como un tablao. Apenas unas maletas anunciando el alma del Federico viajante con sus tramos recorridos en vida y post-mortem, para después, en algún momento mostrar el vuelo ubicuo de los manuscritos manoseados del poeta. Luego, finalmente, la escalera al cielo, una alegoría que ha cruzado los tiempos desde el medioevo hasta la balada de rock para expresar la exorcizante ascensión definitiva.
La pieza se ubica, sin dudas, entre las mejores obras vistas en las tablas de Miami este año, a la par de Antígonon, un continente épico, de Carlos Díaz. Por su logrado balance, merecería, además de Estados Unidos, plazas en La Habana, México o Madrid. Y en cualquiera de esos sitios sería difícil concebir que un cubanoamericano que vive entre Miami y New York haya escrito y dirigido una pieza de Lorca tan incontenible. Para un espectador cosmopolita ya es motivo de asombro. Para el público español lo sería aún más.
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Teresa Maria Rojas
Mario Ernesto Sanchez
Entrevista de Max Barbosa en Teatro en Miami